El lenguaje, presente en todos los aspectos de nuestra vida diaria, no es solo una herramienta para describir la realidad, el lenguaje puede transformar nuestra realidad.
Desde tiempos antiguos, filósofos y científicos han estudiado cómo las palabras afectan a la mente, las emociones y la forma en que vivimos.
Este artículo pretende explorar cómo el lenguaje, impacta en nuestra forma de vivir.
El poder energético del lenguaje
Las palabras no son solo símbolos; tienen una «energía» que influye tanto en quien las usa como en quien las escucha.
El filósofo Ludwig Wittgenstein señaló: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, refiriéndose a cómo el lenguaje que utilizamos define nuestra capacidad para percibir y comprender nuestro entorno.
Cuando ampliamos nuestro vocabulario y ajustamos nuestra narrativa interna, también expandimos nuestra percepción de la realidad y nuestras posibilidades.
El lenguaje y los procesos mentales
Las palabras no solo describen nuestra realidad, también afectan nuestros procesos mentales.
Cambiar una frase como “no puedo hacerlo” por “lo intentaré” no solo altera el mensaje, sino que abre puertas mentales que activan nuevas posibilidades.
Estudios en universidades han demostrado que el lenguaje negativo puede elevar los niveles de cortisol, la hormona del estrés, mientras que el uso de lenguaje positivo tiene el poder de inducir calma, mejorar el rendimiento cognitivo y empoderarnos.
El impacto físico del lenguaje
El poder del lenguaje no se limita al ámbito emocional, también tiene un impacto físico.
Ante un momento de apuro, repetir frases del estilo “solo me queda media hora”, nos estamos generando ansiedad, lo que puede afectar a nuestra capacidad para concentrarnos.
Sin embargo, cambiarlo por “aún me queda media hora”, podemos generar un estado de calma que optimiza nuestro rendimiento.
El lenguaje que usamos puede literalmente influir en cómo actuamos y respondemos ante situaciones de estrés.
El lenguaje como herramienta para crear la realidad
Los estoicos comprendieron que el lenguaje no solo describe la realidad, sino que también la genera.
En un naufragio, decir “mi barco se está hundiendo” es descriptivo y nos permite mantener la calma y actuar. Sin embargo, expresiones como “soy un desgraciado” activan zonas del cerebro que bloquean la resolución de problemas, limitando nuestras opciones.
Las palabras tienen el poder de crear o destruir posibilidades, dependiendo de cómo las usemos.
Conclusión
Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14).
El lenguaje es mucho más que una herramienta de comunicación, es un medio para crear, moldear y transformar nuestra realidad.
Al ser más conscientes de las palabras que elegimos, no solo mejoramos nuestra capacidad de comunicación, sino que también influimos directamente en nuestro bienestar y nuestras posibilidades de éxito.
Cambiar nuestra narrativa interna puede abrir nuevas puertas y permitirnos crecer de formas inimaginables.
La próxima vez que te enfrentes a un reto, pregúntate: ¿cómo puedo usar el lenguaje para construir una mejor realidad?